lunes, 1 de mayo de 2017

Jugarreta de Regoyos en la Thyssen de Málaga


Para el aficionado al arte de tema ferroviario, Darío de Regoyos significa óleos con trenes. Cuando se visita la colección permanente de Carmen Thyssen en Málaga pueden cuatro obras de este pintor. La primera que aparece ante los ojos del visitante es Los almendros en Flor (1905), un óleo sobre tela que el QR correspondiente describe como “una escena del litoral mediterráneo español en los meses de enero o febrero, desconociéndose la localización exacta del lugar representado, correspondiente a Castellón de la Plana, zona a la que se desplazó en 1905, cuando residía en San Sebastián.” 

Ante nosotros se extiende el campo con los almendros, después el río, a continuación una nueva franja de tierra y, al fondo, el mar; pero el aficionado ferroviario, con su incontenible obsesión fija su mirada en lo que pudiera ser el humo de una locomotora que circulase por la franja de tierra más lejana. Se acerca al cuadro para intentar distinguir el convoy junto al horizonte y, oh desilusión, descubre que el supuesto humo de locomotora es una nube de forma caprichosa, con un apéndice final que baja hasta el suelo. El aficionado da dos pasos atrás, saborea el cuadro y pasa al siguiente convencido de que Regoyos le ha dado a la nube esa forma tan particular para hacerles una jugarreta a los fanáticos de los trenes.


Más adelante, aparece ante los ojos del visitante El paso del tren (1903), del que el QR nos dice que “es una escena que se ubica en Ategorrieta, cerca de San Sebastián, y que fue llevada a cabo en otoño del mismo año en el que Darío de Regoyos se trasladó a esta ciudad desde Irún.” El aficionado da ahora un salto de alegría al reencontrarse con viejo conocido, visto mil veces en reproducciones, pero que no sabia que vivía aquí en Málaga. Juan San Nicolás, que es quien firma las descripciones de las obras a las que dan acceso los QR, dice muy acertadamente:
Por otro lado, desde sus comienzos como pintor sintió un atractivo especial por los temas ferroviarios, realizando decenas de cuadros con esos motivos y mostrando en todos ellos una enorme capacidad para captar el humo del tren, como sucede en este óleo, que sirve además para indicar el movimiento del convoy sin tener que representar la locomotora. La razón de ello quizá residiera en impedir que la máquina rompiese con su presencia la armonía natural del paisaje, considerando que los vagones de madera eran menos dispares.
(...)
Finalmente, recoge también en este cuadro la vida cotidiana. Dos mujeres contemplan el paso del tren, reflejando la curiosidad o el deseo de viajar y la monotonía de los lugares alejados de los centros urbanos.
El especialista se equivoca un poco cuando dice que Regoyos indica “el movimiento del convoy sin tener que representar la locomotora”, porque en el cuadro pueden verse el ténder y la mitad trasera de la locomotora, pero tiene toda la razón con lo del humo del tren en Regoyos. Tiene razón, sí, pero al visitante amante de los trenes no le saca de su convencimiento de que en Los Almendros en flor, el venerado pintor le ha hecho una jugarreta.