lunes, 18 de marzo de 2013

Anna Karenina, amor y muerte en el tren.


En el aficionado ferroviario, cada nueva versión de Anna Karenina despierta el interés de ver como se ha tratado la crucial presencia del ferrocarril. En la versión de Joe Wright (2012, estrenada en España este pasado fin de semana), con guión de Tom Stoppard, el interés aumenta por cuanto el director presenta la acción narrativa a través del tamiz del teatro.

La novela de Liev Tolstoi refleja la importancia que tuvo el establecimiento de la línea entre Moscú y San Petersburgo, tanto por el avance técnico que supuso, como por la vida social que facilitó y promovió. La acción se inicia con el viaje en ferrocarril de Anna desde San Petersburgo hasta Moscú para mediar en la crisis conyugal de su hermano. En este primer viaje, entrará en conversación en el tren con la madre del conde Wronsky y será en la estación Nikolevski al norte de Moscú donde los amantes se verán por primera vez. En un encuentro nada accidental en una pequeña estación intermedia, se dejarán llevar por su pasión, y durante el resto de la acción de la novela harán constantes viajes entre las dos ciudades escenario de sus amores.

En una puesta en escena en la que los decorados cambian a la vista de actores y espectadores, y en la que una puerta interior puede dar acceso a un campo helado, resulta brillante el recurso de explicar con un tren eléctrico de miniatura el viaje en expreso que cubría en unas 15 horas los 650 kilómetros que separan las dos ciudades. Los andenes, las cubiertas y los trenes que entran y salen de las estaciones tienen un buscado efecto de decorado teatral.


En dos momentos de la cinta aparece una toma de las ruedas motrices con sus bielas y manivelas en movimiento, y en los dos casos son premonitorias de la muerte, la del empleado ferroviario y la de la protagonista; porque en Anna Karenina, el amor está vinculado al tren, pero también la muerte. En la escena del suicidio de la protagonista, el director hace hablar a los decorados: el tren al que se arroja Anna es el mismo tren de atrezzo con el testero cubierto de nieve que ha aparecido en la escena de feliz encuentro en la estación: sobran las palabras, hablan las imágenes.